MIÉRCOLES 24 MARZO

Buenos días, Cristo Reina, comenzamos la oración de esta mañana en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Estamos terminando la Cuaresma y siempre durante este tiempo se nos plantea el debate sobre el sacrificio. Pensamos ¿para qué quitarnos de algo si no va a servir para nada? ¿qué sentido tiene sufrir, si no redunda en bien del prójimo? 

Han quedado lejos aquellos pensamientos de otras épocas en las que parecía que cuanto más se sufriera, más se agradaba a Dios o más beneficios se lograban para los demás. Fruto de todo ello es que la palabra sacrificio había quedado devaluada. La conservábamos, es cierto, pero sinceramente, tampoco acabábamos de saber qué hacer con ella.

Pero, de pronto, la desgracia de la pandemia del coronavirus que estamos sufriendo, hizo que todo cambiara. Porque entendimos que nuestros pequeños o grandes sacrificios tenían un valor. 

Ya que entendimos que el fastidio de quedarnos en casa sin salir, era beneficioso y podía salvar vidas. 

Que el arriesgarse diariamente, como hacen los sanitarios en los hospitales, tiene un sentido muy grande para aquellas familias que ven volver a sus enfermos a casa después de haber estado ingresados unos días. 

Que el trabajo callado y silencioso de todos los que siguen haciendo que el país pueda seguir caminando mínimamente, ayuda a muchas personas. 

Que las pérdidas de dinero que le suponen a muchas personas los actos solidarios y empáticos por los demás, valen más que los beneficios que muchas veces buscamos.

Al unir todo ello en la oración, entendimos que nuestros pequeños o grandes sacrificios dan esperanza, llevan consuelo, hacen que se pueda seguir viviendo e incluso puede llegar a salvar vidas. 

 

 

 

Supimos que todos estos sacrificios, se unen  a aquel que un día hizo Jesús al ofrecerse por todos en la Cruz.Entonces la Cuaresma empezó a tomar un sentido nuevo, y sin darnos cuenta comenzamos a prepararnos para vivir la Semana Santa.

Va llegando el final de la Cuaresma. Se abre la puerta a la intensidad de la Pascua. Hemos recorrido este camino vivo de ayuno, limosna, oración y sacrificio pegados a Jesús para aprender de Él cómo vivir de verdad la Resurrección en nuestra vida.

Ojalá que este tiempo de Cuaresma te haya servido para encontrarte con Jesús, te haya dado serenidad en medio de nuestra frenética vida. Y que te des cuenta que aunque vivamos en este mundo en el que todo se mueve tan rápido podemos cerrar los ojos y sentir que Él nos lleva de la mano

Cristo vence, Cristo reina, Cristo Impera, Cristo luz infinita……..

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