MIÉRCOLES, 07-10-2020. Al modo de Jesús
Cristo reina, ¡buenos días a todos!
Hagamos silencio, respiremos profundamente y preparémonos para comenzar nuestro día en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
· Audio: tu nombre
Hoy vamos a tomar prestada parte de la oración de un jesuita, el Padre Arrupe, para que nos ayude a pedir a Jesús parecernos cada día un poco más a Él.
“Señor: meditando el modo nuestro de proceder, he descubierto que el ideal de nuestro modo de proceder es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en ti, los ojos de la fe, para contemplar tu iluminada figura tal cual aparece en el Evangelio. […]
Señor, Tú mismo nos dijiste: “os he dado ejemplo para que me imitéis”. Quiero imitarte hasta el punto de que pueda decir a los demás: “sed imitadores míos, como yo le he sido de Cristo”. Ya que no pueda decirlo físicamente como san Juan, al menos quisiera poder proclamar con el ardor y sabiduría que me concedes “lo que he oído, lo que he visto con mis ojos, lo que he tocado con mis manos acerca de la Palabra de Vida; pues la Vida se manifestó y yo lo he visto y doy testimonio”.
Dame, sobre todo, el “sensus Christi” que Pablo poseía; que yo pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos de tu Corazón con que amabas al Padre y a los hombres. Jamás nadie ha tenido mayor caridad que Tú, que diste la vida por tus amigos, culminando con tu muerte en cruz el total abatimiento, kénosis, de tu encarnación. Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición, y también en tu vida de cada día, actuando, en lo posible, como Tú procediste.
Enséñame tu modo de tratar con los discípulos, con los pecadores, con los niños, con los fariseos, o con Pilatos y Herodes; también con Juan Bautista aún antes de nacer, y después en el Jordán. Cómo trataste con tus discípulos, sobre todo con los más íntimos: Pedro y Juan, y también con el traidor Judas. Comunícame la delicadeza con que trataste en el lago de Tiberíades a tus amigos preparándoles de comer, o cuando les lavaste los pies.
Que aprenda de ti, como lo hizo San Ignacio, tu modo al comer y beber; cómo tomabas parte en los banquetes, cómo te comportabas cuando tenías hambre y sed, cuando sentías cansancio tras las caminatas apostólicas, cuando tenías que reposar y dar tiempo al sueño.
Enséñame a ser compasivo con los que sufren; con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas; o como cuando sentiste aquella mortal angustia que te hizo sudar sangre e hizo necesario el consuelo del ángel. Y sobre todo, quiero aprender el modo como manifestaste aquel dolor máximo en la cruz, sintiéndote abandonado del Padre.[…]”
El Reino de Dios está dentro de nosotros y eso significa que Dios ya nos habita, ya nos conoce, ya está haciéndonos capaces de ser como Jesús: personas de Bien, personas felices en medio del mundo, hijos de Dios y hermanos entre nosotros. ¿En qué nos gustaría parecernos a Jesús?
Terminemos poniendo nuestro día en manos de María, nuestra madre, con una
oración del Padre Gras:
Que tus ojos me miren, mi dulce Madre; que tu corazón me oiga, mi Reina amante. Que tus labios divinos, piadosos me hablen. Si tus brazos me tiendes cuando expirare, en tal hora bendita, fin de mis males, a la Corte de tu Hijo, llévame, oh Madre.
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo Luz infinita, alumbre nuestra inteligencia, AMÉN.
¡Que tengáis todos un feliz día!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, AMÉN.