JUEVES 26/11/2020

 Canción: “Mis manos te doy”

 

Nos ponemos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

Una vez que hemos pasado nuestra semana grande y hemos celebrado la fiesta de Cristo Rey, vamos a reflexionar sobre una de las lecturas que se escuchan en la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo: el salmo 23.

 

Es un poema que habla sobre cómo Dios se relaciona con aquel que le entrega su vida a él. En momentos en los que te sientes con miedo o con preocupaciones, el Salmo 23 te ayuda a entender que Dios está atento y no fallará. Mira en este salmo maravilloso cómo Dios te ama, te cuida y te protege.

 

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar.

Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas.

Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre.

Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.

Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos.

Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar.

La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.

 

Dios es como un pastor que cuida de sus ovejas con mucho cariño. Y si tú amas a Jesús eres una de sus ovejas. Dios te sustenta y te ayuda a encontrar todo lo que necesitas para vivir. Él también te da descanso y paz.

 

Como el pastor protege a sus ovejas cuando pasan por lugares peligrosos, así Dios cuida de ti cuando te enfrentas a situaciones peligrosas. Sus enseñanzas te guían y te orientan, protegiendo tu vida en la hora de dificultad. Dios nunca te abandona.

¡Dios bendice a sus ovejas! A él le gusta hacer cosas buenas y tiene abundantes bendiciones especiales preparadas para ti. Pero la mayor bendición de todas es la presencia del amor de Dios en tu vida, ese gran amor que nunca falla. 

¡Deja que Dios sea tu Pastor!

Terminamos con una oración a María, que la aclamamos esta mañana como Madre del Buen Pastor:

Te aclamamos por Madre y Señora
–eres causa de nuestra alegría–;
nuestra Reina, la corredentora
que ha querido mostrarse pastora.
¡Oh humildísima Virgen María!

 

Cual ninguno conoces la fuente,
manantial de las aguas tranquilas.
A la sombra del Omnipotente
no hay oveja que no se apaciente
cuando tú, cual Pastora, vigilas.

 

¡Qué feliz es contigo el rebaño!,
lo recuestas en verdes praderas
lo conduces con gozo y sin daño,
lo defiendes del mal, del engaño,
en guardarle del lobo te esmeras.

 

Quien de ti se ha fiado no falla
al cruzar las cañadas oscuras,
lo proteges en toda batalla,
eres lumbre y escudo y muralla,
le hallas pasto en las peñas más duras.

 

¡Gloria a aquel que la quiso tan bella!
Gloria al Hijo, su dicha y su encanto
–Astro Rey que nació de una estrella–.
Por la obra que él hizo con ella,
gloria sea al Espíritu Santo. Amén. 

 

Cristo vence, Cristo Reina, Cristo Impera, Cristo luz infinita, alumbre nuestra inteligencia. Amén.

Que tengáis todos un buen día.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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