VIERNES 20-11-2020

Buenos días Cristo Reina, nos ponemos en presencia del Señor en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Bienvenidos a la oración de este viernes

 

Hoy os voy a recordar un cuento que habla de reyes...

Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle y se encontró con otro joven que parecía una copia suya. 

- Asombrado le preguntó: ¿Nos parecemos, verdad?

- Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos tu vistes tus galas, tus joyas y tus collares.

Avergonzado el Príncipe le dijo:

-¡Pero podemos cambiarnos las ropas si te parece!.

Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras que el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.

Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se reía de él, nadie le creía y hasta lo tomaron por loco. Nadie le daba nada mientras mendigaba, tuvo que trabajar por un mísero salario e incluso el príncipe mendigo debió ir a la guerra.

Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio. 

Murió el Rey y el Príncipe mendigo le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas.

Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna. En esto apareció un guardia y descubrió unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció.  Así se dio cuenta de que el verdadero mendigo era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.

Ante la burla, destituyeron al falso rey y comenzó a reinar el verdadero. Pero en ningún momento quiso vengarse del usurpador. Y cuando todos alababan el arte de gobernar de su rey y su generosidad él respondía:

- “Es gracias a haber vivido y sufrido con mi pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey”.

 

Reflexión:

Este es el cuento .. ahora fijaos en la historia de Jesús de Nazaret...¿Acaso Jesús no comenzó también revistiéndose de nuestra condición humana, por la Encarnación, al hacerse hombre?

 Se rebajó a sí mismo, se hizo uno de nosotros y caminaba por nuestros caminos diciendo que su Padre era Dios, que él era Dios, pero la gente al verlo vestido de lo humano y despojado de lo divino, no le querían creer y se reían de Él.

 Mientras tanto los hombres se creían superiores a Él y no pararon hasta que lo destronaron: 

lo hicieron rey de burlas, lo juzgaron de impostor y lo condenaron a muerte crucificándole.

Pero Él, en ningún momento quiso vengarse de los que lo condenaron. Al contrario, colgado de la Cruz murió perdonando: 

a un ladrón que moría a su lado y lo reconoció, le prometió el paraíso ese mismo día y le dijo:

  “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Solo algunos comenzaron a creer en Él. Él era distinto. Su reinado era diferente a todos los reinados que conocían y le preguntaban cómo se dejaba maltratar y matar. Pero Jesús siempre respondía lo mismo: “Porque mi Reino es un reinado de amor”. “Porque desde que soy un hombre entre los hombres he aprendido a conocer mejor el corazón del hombre”.

 Jesús Rey nos dice:

“Yo no domino con las armas. Yo domino con el corazón.”

“Yo no oprimo a los de abajo. Yo levanto a los que están caídos”.

“Yo no me aprovecho de los demás. Yo doy mi vida por todos.”

“Yo no abandono a los que me abandonan. Voy a buscarlos y los cargo sobre mis hombros”.

“Yo no condeno a nadie. Yo quiero salvar a todos.”

“Yo no enseño el arte de la guerra. Yo enseño los caminos de la paz”.

“Yo no mato a nadie. Yo doy la vida verdadera.”

 Sintamos las palabras del Padre Gras cuando nos dice que:

"Cristo Reina es la proclamación de la verdad, luz y vida... honor y gloria de todos los corazones"

“ Ilumina las almas para que conozcan que solo Tú eres la luz que no extravía”

 

En esta mañana terminamos esta oración siendo conscientes de que Jesús Rey, que en esta semana celebramos, nos comprende y está a nuestro lado de forma especial porque también Él fue Jesús hombre.

Que tengáis todos un buen día

Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Jesús mi divino bien, reina en toda la tierra. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

 





 

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