PEDIR PERDÓN MIÉRCOLES 24 FEBRERO


Buenos días,Cristo Reina comenzamos la oración de la mañana en el Nombre del Padre,del Hijo y del Espíritu Santo


En la cruz, Jesús exclamó: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen

 

 

 Había una vez un hombre que calumnió gravemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que su amigo había alcanzado. 

 

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo: 

 

"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre sabio respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas". 

 

El hombre muy contento por aquello tan fácil, tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas. 

 

Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas". 

 

El hombre se sintió muy triste, pues sabía  que eso era imposible. 

 

Al volver, el hombre sabio le dijo: 

 

"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de arreglar lo que hiciste". 

 

Esta historia nos enseña que:

 

"Cometer errores es de humanos y es de sabios pedir perdón".

 

Equivocarse es humano, además de una oportunidad excepcional para crecer en humildad y darnos cuenta de que la vida es casi un ensayo continuo del que aprender. 

 

Ahora bien, también es de sabios el acompañar cada fallo, cada ofensa con un «perdóname». 

 

 

 

 

 

Equivocarse es algo común pero pedir perdón es algo que nos cuesta. Por ello, son nobles las personas que son capaces de decir: me equivoqué y que piden perdón mirando a los ojos.

 

Si lo pensamos bien nos daremos cuenta de que usamos la palabra «perdón» casi a diario pero de forma mecánica.

Cuando tropezamos con alguien, cuando nos adelantamos en nuestras conversaciones y no dejamos hablar al otro y en muchísimas ocasiones más……

 

 Sin embargo, son muy pocos quienes tras equivocarse en un ámbito más delicado e importante de sus vidas, son capaces de dar el paso y desnudar su corazón con un «lo siento, no lo he hecho bien. Te pido perdón». 

 

Vivimos en una sociedad que se disculpa más bien poco, y cuando lo hacemos, demostramos en ocasiones esa inmadurez de la que hablábamos antes. Hay quien pide disculpas por whatsapp o incluso quien publica sus disculpas en las redes sociales ante la galería para que la persona afectada no tenga más derecho que ceder. 

 

El perdón auténtico, el que sana y el que produce acercamiento es por encima de todo una actitud y la clara decisión de ser valientes.

 

Es reconocer los daños para demostrar a quien tenemos delante, que somos conscientes de lo provocado. 

 

Porque no hay nada que enseñe más que equivocarse y no hay nada más digno que saber pedir perdón.

Cristo vence, Cristo Reina, Cristo impera……

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