24 /5/2021
CRISTO REINA. BUENOS DÍAS. NOS
PREPARAMOS PARA LA ORACIÓN
En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu santo
Como el Padre me ha enviado,
así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.
Lectura del santo Evangelio
según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos».
Palabra del Señor.
El Espíritu Santo, la tercera persona de la
Santísima Trinidad; el amor entre el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo que da
la vida, que consuela, que intercede, que procede del Padre y del Hijo. El
espíritu que Jesús resucitado comunica a sus apóstoles como el gran don; el
Espíritu que desciende solemnemente sobre ellos como lenguas de fuego y viento
impetuoso y los impulsa a la misión. El Espíritu que conduce hacia la verdad
plena y da a conocer lo que ha de suceder. Espíritu que se derrama sobre los
cristianos mediante sus siete dones.
Estos días hemos pedido: “¡Ven Espíritu Santo y
enciende nuestros corazones en el fuego de tu amor! Por el Espíritu Santo la
iglesia está viva; Dos continúa suscitando santos; se multiplican los carismas;
fructifica el apostolado; se acrecienta el número de creyentes y crece nuestra
cercanía a Cristo.
No lo vemos, pero conocemos sus efectos y
continuamente agradecemos su actuar. Él mismo nos enseña como rezar; por Él
podemos llamar a Dios Padre. El mismo que intercede por nosotros con gemidos
inefables es el que llena de sentido y de vida nuestros balbuceos y así hace
posible nuestra oración de hijos. El Espíritu que Jesús, sentado a la derecha
del Padre, nos envía para permanecer cerca de nosotros, para que accedamos a la
maravilla de la realidad sacramental; para que la Iglesia sea su cuerpo
vitalizado interiormente e impulsado por una fuerza que viene de lo alto.
Es el Espíritu que nos enseñará qué hemos de decir
en los momentos de dificultad. Si le somos dóciles impulsará nuestra vida.
Viento que no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero que oímos su rumor. El
embellece nuestra alma y nos impulsa a semejarnos a Cristo. Es el Espíritu que
nos envía el Hijo para dar testimonio de él, para que podamos conocerlo en su
verdad y asemejarnos. Espíritu inabarcable y eterno, que con el Padre y el Hijo
ha de ser adorado y glorificado.
Para
terminar, rezamos una oración a la Virgen
Madre, dame Tu mano
y no me sueltes,
Déjame apoyarme en Ti al andar,
Enséñame el camino que sólo me conduzca
A Tu Hijo con quien anhelo un día estar.
Pídele a El que
perdone mis errores,
Mi falta de paciencia, también de piedad,
Que me dé fuerzas para sobrellevar el peso
De las injusticias que me hacen a menudo llorar.
Enjuga mis lágrimas
con Tu dulzura de siempre,
Cubre con Tu manto mis penas y ansiedad,
Regálame la paz que de Tus ojos mana
Y muéstrame las huellas del amor y la humildad.
Cristo
vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo luz infinita alumbre nuestra
inteligencia. Amén