Miércoles 1 /12

 Hacemos silencio, respiramos profundamente, y comenzamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Volvemos del fin de semana y ya estamos pensando qué vamos a hacer el próximo puente. Durante la semana, contamos los días que quedan para que llegue el viernes (uff, qué suerte que ya es miércoles).

Sentados delante de nuestro ordenador, de nuestros apuntes de clase, al terminar los deberes, planeamos tener siempre alguna actividad que nos divierta. Pero llega cada una de estas diversiones  que esperábamos con tantas ganas …y pronto se acaba. A veces, después del fin de semana,  cuando estamos solos en nuestra habitación recordando lo bien que lo hemos pasado, se nos escapa una sonrisa, pero descubrimos al mismo tiempo que ya sentimos de nuevo que hay algo que nos falta, nos ha durado poco el efecto de la felicidad. 

Con frecuencia nos preguntamos qué vamos a comer o qué vamos a hacer en las vacaciones de Navidad… ¿pero son éstas las preguntas más importantes? Llega un momento en la vida en que ya no podemos aplazar más los temas esenciales:  ¿para qué hacemos lo que hacemos?; ¿estamos haciendo lo correcto?  

Todos deseamos alcanzar la felicidad. Estamos en camino, siempre buscando, movidos por el deseo de realizarnos, de conseguir algo. Las mil preguntas que nos hacemos apuntan a una sola: ¿cuál es el sentido de nuestra vida?

Para un cristiano, esta pregunta es importantísima y se la debe tomar muy en serio. Llevamos desde siempre en nosotros un deseo infinito de amor, de verdad y de bien. Un deseo de encontrarnos con Dios. Por eso estamos inquietos y no nos satisface del todo aquello en lo que buscamos la felicidad: cómo conseguir un móvil último modelo, vestir con ropa de marca, o salir de fiesta todas las semanas. Todos sabemos, en el fondo, que para realizarnos no nos basta con divertirnos saliendo con los amigos, aunque lo pasemos genial. Hemos sido creados por Dios y sólo Él puede llenar y responder a nuestras preguntas más importantes. Todo lo demás que podamos alcanzar, si no tenemos a Dios, nos dejará siempre insatisfechos. 

Y aquí viene a ayudarnos la oración. Rezamos para descubrir más cerca a Dios.  Oramos porque nos ayuda a entender que nuestras malas decisiones, las que no buscan el bien, son las que nos hacen sentir tristes y vacíos.. Rezamos, en fin, para pedir a Jesús que nos abra el corazón a los demás.

En la oración, Dios mismo,  aparece ante tus ojos como el único que estará siempre allí para sostenerte y darte ánimo en las soledades y tristezas.   Seguro que algun amigo te ha recomendado alguna vez que leas un libro que le gustó mucho, o que pruebes un juego de la Play que le encantó, y te entraron ganas de probarlo. Pues lo mismo ocurre con la oración; cada mañana intentamos haceros sentir que si en el colegio dedicamos unos minutos a pensar en Dios, quizás algunos veáis el efecto de ponerse ante Él, cara a cara,  y encontréis la tranquilidad y la verdadera alegría, esa alegría que no se acaba nunca, la que nace de hacer el bien.

Entonces no viviremos pendientes del calendario para sentirnos felices sólo los días festivos.

CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA, CRISTO LUZ INFINITA ALUMBRE NUESTRA INTELIGENCIA, AMÉN.

 

 

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