Miércoles 15 diciembre

 Hacemos silencio, respiramos profundamente y escuchamos la reflexión de hoy, comenzando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

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Ya estamos a mediados de diciembre. La Navidad a la vuelta de la esquina y  casi no nos hemos dado cuenta. Ya toca prepararse para celebrar de una manera diferente.

 Hay cosas que seguiremos haciendo igual. Las calles  y centros comerciales se adornan  con una mezcla de flores, luces y algún símbolo religioso –cada vez menos para no herir sensibilidades–. Ya hemos probado en casa algún mantecado y hemos puesto el árbol y el nacimiento como si fuéramos decoradores profesionales. Suenan villancicos en cada tienda, muchos en inglés porque parece que así tienen menos sentido cristiano, y en televisión todos los anuncios nos recuerdan que ese regalo sería genial para alguien que tenemos en mente.

 Seguro que hemos oído a los adultos decir que este año hay que comprar lotería porque va a tocar, como cada Navidad. Y si no, que haya salud, que precisamente ahora sería muy necesaria.

 

Como hemos dicho, estamos a mediados de diciembre, y huele a Navidad,  pero no se nos puede olvidar que estamos en Adviento. Es tiempo de disponerse a algo grande , el nacimiento de Jesús. Es tiempo de sentirse feliz por lo que va a suceder.

Probablemente has tenido esa sensación de nervios más de una vez en tu vida cuando esperas algo importante. A veces hasta te quita el sueño, por la ilusión, la incertidumbre, el deseo de que llegue tu cumpleaños, de ver a ese amigo tan especial para ti, de saber el resultado de un examen muy importante , de tantas cosas. Pues puedes estar seguro de que lo que estamos esperando es lo más grande en la historia de la humanidad, algo alucinante.

 

Es el momento de disponernos a un encuentro con un Dios al que admiramos por nacer y hacerse humano como nosotros, para acompañarnos y salvarnos. 

 

 ¿Pero cómo debemos prepararnos? Empezando por agradecer lo que uno tiene. No podemos pensar en lo que nos falta este año en comparación con otras navidades, sino dar gracias porque tenemos una casa, comida y lo más importante, una familia con quien celebrar. Incluso si no podemos reunirnos como cada Navidad, hay que ser agradecido porque tenemos personas que en la distancia nos quieren y desean que llegue el momento de poder abrazarnos.

 

 

Adviento es un tiempo para la esperanza. Pues vamos a esperar, pero no sentados, sino bien vivos, activos, haciendo el bien para preparar un mundo más acogedor para la llegada de Jesús. Vamos a intentar mejorar las vidas de quienes nos rodean con gestos tan sencillos como traer alimentos para la campaña de Navidad.

 

Esperemos que en medio de tantos preparativos alguien se acuerde de que Dios viene, y que viene para todos, no sólo para los que piensan que la Navidad consiste en inundar los centros comerciales.

Esperemos que esta Navidad haya más besos y menos insultos, más risas y menos malas caras, más generosidad. Y entonces podremos cantarlo,  y sobre todo demostrárselo a los que nos rodean: Que para nosotros, el Niño Dios que va a nacer es la fuente de nuestra alegría.

 

CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA, CRISTO LUZ INFINITA ALUMBRE NUESTRA INTELIGENCIA, AMÉN.

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

 

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