Miércoles 30 marzo.ESFUERZO

Buenos días, CRISTO REINA, nos ponemos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo

Bienvenidos a la oración de esta mañana, abrimos nuestro corazón a Jesús y le dedicamos los primeros minutos de nuestra mañana.

 

Estamos casi al final del trimestre. Llenos de exámenes y trabajos para entregar.

Por eso en esta oración quiero hacer una reflexión sobre el esfuerzo y la exigencia porque muchas veces parece que el esfuerzo y exigencia no están bien vistos y me explico.

Llama la atención cómo se felicita antes a quien superó un examen copiando sin que le pillen (porque es un 'fenómeno') que a quien se pasó la noche estudiando para aprobar (porque es un 'pringao'). 

Todos admiramos las hazañas de los deportistas pero muchas veces olvidamos que para alcanzar esos resultados se esforzaron durante años, día tras día, sometidos a disciplina y concentración en su tarea, sacrificando tiempo de estudio, de estar con su gente, de comer y beber lo que les apetece… Esta es la lógica  del deporte y, en muchos aspectos, lo es también de la vida. 

Porque sin auto-exigencia y sacrificio no se obtienen resultados importantes ni auténticas satisfacciones.

Y es que, al igual que cualquier deportista que se esfuerza individual o colectivamente para lograr sus objetivos, cuando damos lo mejor de nosotros mismos experimentamos la alegría del deber cumplido.

El deporte como la vida, exige sacar lo mejor de uno mismo para entrenar y competir 'a tope'. A eso estamos llamados, a vivir a tope, a desgastarnos por los otros, a darlo todo aunque cueste.

 Por eso es necesario entrenar (en la vida y en el deporte), ir esforzándose en pequeñas cosas que nos van haciendo crecer. Y, por supuesto, confiar en que todo sacrificio es importante y dará su fruto. Quien se esfuerza obtiene recompensa. El trabajo siempre tiene su premio.

La vida es como un gran partido en el que se puede acabar perdiendo pero contento de haber hecho todo lo posible, y en el que se puede ganar pero tener el vacío de no haber dado lo mejor de sí. 

Hay muchas cosas que están cuesta arriba: acabar unos estudios, conseguir un buen empleo, tener una personalidad propia, llevar a cabo una vocación… por eso es importante confiar en Dios que tira de cada uno de nosotros.

 

 «Ninguna felicidad verdadera es barata». Todo lo que merece la pena en la vida supone esfuerzo.

 

Por eso le pedimos a Jesús:

 

En las horas de duda... dame luz
En las horas de cansancio... dame fuerza
En las horas de miedo... dame valor
En las horas de rendición... dame coraje.

 

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