JUEVES 24-02-2022

 CRISTO REINA, comenzamos nuestra oración poniéndonos en presencia del Señor, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN.


Hace un tiempo leí en internet una bella historia que quiero compartir. Trata la historia que ocurrió hace muchos años entre el agua cristalina que bajaba por un torrente de montaña y el Señor Nuestro Dios.


“Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria, pero yo preferiría ser hermosa, encender entusiasmos, encender el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama”. Así pensaba el agua de río de la montaña. Y, como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios para pedir que cambiara su identidad. “Querido Dios: Tú me hiciste agua, pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. Prefiero el color rojo para mí; desearía ser fuego. ¿Puede ser? Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza ardiente y dijiste que habías venido a poner fuego, vida y pasión, a la tierra. No recuerdo que nunca te compararas con el agua. Por eso, creo que comprenderás mi deseo. No es un simple capricho. Yo necesito este cambio para mi realización personal”. El agua salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. Una tarde pasó un águila y dejó caer al agua un sobre rojo. El agua lo abrió y leyó: “Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua. Yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tú preparas el camino del fuego ya que mi Espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti en el bautismo. El agua siempre es primero que el fuego”.

Mientras el agua estaba embobada leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro de Dios reflejado en ella. Dios seguía sonriendo esperando una respuesta. El agua comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios sólo lo tiene el agua limpia, entonces suspiró y dijo: “Sí, Señor, seguiré siendo agua. Seguiré siendo tu espejo. Gracias.” 


Yo recuerdo cuánto me costó aceptarme como Dios me había hecho. Me habría gustado ser un poco más listo, más hábil jugando al fútbol, menos tímido, más fuerte, más alto, más guapo, más sociable, más divertido... Con frecuencia intenté presentar una imagen ante los demás aparentando unos dones que no tenía; en cambio me avergonzaba, o al menos no sacaba provecho de los regalos que Dios me había dado. Tuvo que pasar mucho tiempo, hasta que la edad, los tropezones, y sobre todo la gracia de Dios, me ayudaron a conocerme como era, aprovechar mis dones, aprender a estar en mi sitio –que es el que Dios quería-, y aceptarme sin pretender ser otro. 


Descubramos continuamente la inmensa riqueza de los dones que hemos recibido y que hemos de hacer crecer, y que conseguiremos finalmente si el amor a Dios y a los demás interviene, siempre y cuando estemos convencidos y no estemos dispuestos a darnos por vencidos a pesar de las adversidades y las dificultades que nos encontremos. Seamos sencillos, abramos los ojos y los oídos, aprendamos a conocernos, aceptémonos como Dios nos hizo y aprendamos a valorar el don de poder ser el reflejo de Dios. 


CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA, CRISTO LUS INFINITA, ALUMBRA NUESTRA INTELIGENCIA. AMÉN.


EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU, AMÉN.


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