Humildad y tolerancia
Buenos días, Cristo Reina, nos ponemos en presencia del Señor en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Me pongo en la presencia del Señor, Dios está aquí: me ve, me oye, quiere estar conmigo y yo quiero escucharle, me muestro delante de Él, tal y como soy. En un momento de silencio, hazte consciente de quién eres, de dónde estás, de ti mismo. Respira tranquilamente y olvídate de todo lo demás. Siente que no estás solo. Dios aquí y ahora está contigo… Salúdalo…
Empezamos otro lunes y otra semana. De primeras, todo es normal, sin nada especial. Pero nosotros podemos convertir este día y esta semana en algo diferente, empezando por la oración en la que Jesús nos anima a seguirle.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,46-50)
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.».
Palabra de Dios
Hay virtudes que hoy provocan poco interés entre muchas personas. Dos de ellas son la humildad y la tolerancia. De esta segunda se habla mucho, pues todos nos consideramos tolerantes, ¡faltaría más!, aunque, a veces, más que tolerantes seamos desinteresados e indiferentes. De la humildad, casi no se habla. Más de uno pensará que es contraproducente y que se opone a la autoestima. Pero nada tiene que ver con ello.
Jesús, en el evangelio de hoy, nos remite a esas virtudes. La humildad no está de moda y parece que tampoco lo estaba en tiempos de Jesús. Llevamos todos en nuestro interior deseos de tener poder, afán de que se nos reconozca, poder de decidir lo que han de hacer los demás, mandar, estar por encima de los otros. Esa es la razón de la discusión de los apóstoles: quién sería el más importante entre ellos.
Recordemos que no debemos juzgar o excluir a los demás por no pertenecer a nuestro grupo o compartir nuestras opiniones y decisiones.
En esta mañana os invito a ser abiertos y a aceptar a todos, a reconocer el bien en los demás y a colaborar para el bien común.
Terminamos nuestra oración con las palabras del padre Gras:
“A ti, mi luz, a ti, mi bien, a ti, mi paz, todo honor, todo amor, toda alabanza”
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, que con nuestro compartir inundemos de paz y bien la tierra. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Que tengáis un buen día y una feliz semana