Lámparas de aceite

 LUNES 23 SEPTIEMBRE 2024 https://www.youtube.com/watch?v=lCOF9LN_Zxs&t=2700s

Buenos días, Cristo Reina, nos ponemos en presencia del Señor en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En un momento de silencio, hazte consciente de quién eres, de dónde estás, de ti mismo. Respira tranquilamente y olvídate de todo lo demás. Siente que no estás solo. Dios aquí y ahora está contigo… Salúdalo…

Bienvenidos a la oración de este lunes y para comenzar la semana, os voy a compartir una fábula.

En un pequeño taller de la antigua China, la luz de las lámparas de aceite no solo disipaba la oscuridad, sino que también revelaba la verdadera naturaleza de los corazones. Cada obrera, como un sol diminuto, aportaba su luz a la estancia, excepto una, cuya pobreza le impedía comprar aceite. Sin embargo, su contribución era otra: llegaba antes que nadie para barrer y preparar los asientos, ofreciendo comodidad a cambio de compartir la luz prestada.

Un día, las voces de descontento se alzaron como un viento frío. «Si no traes tu propia luz, no puedes permanecer entre nosotras», dijeron. La mujer, con la dignidad que da la necesidad, respondió: «¿Acaso no ilumina mi esfuerzo vuestro trabajo? ¿No es justo que la luz de vuestras lámparas bañe también mis manos laboriosas?»

La sabiduría de sus palabras, como un bálsamo, calmó los ánimos y las obreras, tocadas por la varita de la empatía, comprendieron que la solidaridad no es una moneda de cambio, sino un regalo que enriquece a quien lo da y a quien lo recibe.

«La claridad llega cuando la luz de la comprensión ilumina nuestras acciones.»

Así pues, en esta fábula vemos que la empatía es fundamental para entender las situaciones de los demás. La mujer pobre del relato, a pesar de su incapacidad para contribuir con aceite para la lámpara, aporta de otra manera al bienestar de todos. Esto nos enseña que cada persona, independientemente de su situación económica, tiene algo valioso que ofrecer a la comunidad.

Pidamos para este nuevo curso que Jesús nos ayude a comprender a los demás, a ser más justos cuando hablamos y actuamos, dejando huellas de bien en nuestro día a día.

Terminamos nuestra oración con las palabras del padre Gras:

“Señor dame fuerza en mi debilidad, luz en mis oscuridades, prudencia en mis empresas y perseverancia en todas las buenas obras”

Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, en pensar, hablar y obrar, oh mi Rey, dadme prudencia. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Que tengáis un buen día y una feliz semana

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